Por: Verónica Martínez-Gallegos
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Acabamos de celebrar en los Estados Unidos de América el Día de Acción de Gracias. Esta es una celebración que es parte de la historia de este país. La tradición de Acción de Gracias se origina cuando las primeras personas inglesas que emigraron a estas tierras compartieron con la gente nativa americana una fiesta de cosecha de otoño y dieron gracias a Dios.
Sin duda, éste no debería de ser el único día donde expresamos gratitud a Dios. Vivimos en una cultura que se caracteriza en gran medida por la ingratitud. Incluso cuando oramos, iniciamos con nuestras peticiones y no con nuestra adoración a Dios. En lugar de esto, cuando primero alabamos a Dios, centramos nuestra atención en su amor y fidelidad. El resultado de esto es la paz y la fortaleza de Dios al recordar que ha estado y seguirá estando de nuestro lado. Ser agradecidos debería ser nuestro estilo de vida.
El rey David, el salmista, escribió “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca” (Salmo 34:1). El rey David escribió este salmo de agradecimiento por la protección divina después de que Abimelec, también llamado Aquis, le echó de su presencia ya que David se hizo pasar por demente para que no le matara (1 Samuel 21:13-15). Dios protegió a David y él reconoce su cuidado “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4). En este salmo, el rey David nos enseña cómo centrar nuestro agradecimiento en Dios en lugar de enfocarnos en nuestras dudas, temores, angustias, rabias o impaciencias. El agradecimiento a nuestro Creador es un antídoto a las incertidumbres que la vida nos presenta.
La gratitud a Dios aumenta nuestra fe a medida que recordamos su fidelidad durante tiempos difíciles o de dolor. Y el recordar como suplió nuestras necesidades en el pasado nos ayuda a confiar en que estará con nosotras en el futuro. La acción de gracias alienta nuestro espíritu mientras adoramos a Dios por su bondad. La gratitud es un hábito, es un músculo espiritual que hay que ejercitar. Cuando pasamos por tiempos de incertidumbre o dolor es cuando más difícil se hace el ser agradecido. Darle gracias a Dios por las dificultades es difícil, pero si lo hacemos empezaremos a ver las situaciones desde su perspectiva, y nuestra confianza en Dios crecerá. Ralph Waldo Emerson enfatiza lo siguiente:
“Cultiva el hábito de agradecer todo lo bueno que te llega y da gracias continuamente. Y ya que todas las cosas han contribuido a tu progreso, debes incluir todas las cosas en tu gratitud”.
El llamado de Emerson realmente hace eco en mí. Sin duda, todas las personas hemos pasado por muchas cosas este año, y yo, personalmente, he descubierto que cuanto más me concentro conscientemente en la gratitud, más cosas buenas veo a mi alrededor. Además, veo también dónde las cosas no tan buenas me han enseñado lecciones importantes. Esto me permite estar agradecida por estas experiencias también, aunque quizás no exprese esa gratitud inmediatamente.
Aunque el Rey David ya lo había demostrado cientos de años atrás, ahora las investigaciones han demostrado que tener una “actitud de gratitud” cambia la atención en uno mismo al mundo que le rodea. Es un cambio mental, físico y espiritual que hace que una persona esté más presente en su día a día. El practicar el agradecimiento, crea oportunidades para que tanto la persona y quienes están a su alrededor experimenten alegría y aprecio.
Les comparto como Dios me ha invitado a aprender a practicar el hábito de dar gracias. Y de verdad que Dios tiene buen sentido del humor. Recientemente nos mudamos de casa. Tres días antes de la mudanza, accidentalmente una máquina de coser industrial que estaba acomodada en el piso se volteó y me fracturó el dedo grande del pie derecho. ¡El dolor fue terrible! Recuerdo que las dos primeras horas de dolor le pregunté a Dios ¿por qué yo? y ¿por qué ahora y en este preciso momento cuando tenemos que mudarnos? Tuve una conversación con Dios y escuché la voz de Dios decirme: “no es la pregunta correcta Verónica. No es ¿por qué? es para qué. Y tú sabes la respuesta”.
Eso me llevó a pensar en otra acción que, con frecuencia como líderes, sabemos que debemos de practicarla en nuestra vida diaria: La paciencia. Sin embargo, no nos gusta mucho ejercitarla, y por lo tanto a veces se hace algo inexistente en nuestra vida. Me pregunto si muchas veces nosotras como líderes decimos que tenemos paciencia, pero la verdad es que tenemos paciencia si las cosas marchan como queremos y si todo está bajo control. Pero en el momento que las cosas se salen del plan y se ponen fuera de control, la paciencia se nos escapa. Es entonces que ésta ya no nos parece tan grata.
Mi experiencia de dolor físico y esa pregunta inicial que le hice a Dios ¿por qué? en lugar de ¿para qué?, me llevó a reflexionar en mi tendencia a ser autosuficiente. Tengo el hábito de querer hacer las cosas con mis propias fuerzas y de mi propia forma. De lo contrario, me da temor que las cosas no salgan bien. Dios me confrontó con mi impaciencia en ese momento y me llevó a este pasaje en Colosenses 3:12:
“Dado que Dios los eligió para que sean su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia.”
El Espíritu Santo me dijo en este pasaje lo que mi alma y mi espíritu necesitaban y me invitó a vestirme de paciencia una vez más. Es difícil explicarlo, pero cambié de perspectiva cuando comencé a agradecer a Dios por su cuidado.
Pude reconocer que el accidente pudo haber sido peor si mi pie se hubiera quebrado, pero sólo fue el dedo. Si bien es cierto que perdí la independencia de conducir mi vehículo por seis semanas, Dios me cuidó y mi esposo fue mi chofer por esas seis semanas.
Quizá te identificas conmigo. Como líder planeas las cosas y no salen como tú pensabas y te sientes frustrada. Santiago 1:2-3 (TLA) nos invita a estar felices cuando pasemos por dificultades porque es donde la paciencia se ejercita. La paciencia entonces nos hace ser mejores personas, nos hace ser más agradecidas por todo.
Estoy realmente agradecida por el equipo tan extraordinario que Dios nos mandó, a mi esposo y a mí para ayudarnos con la mudanza. La respuesta del para qué, de mi accidente, fue aceptar la ayuda que en otro momento hubiera despreciado por mi ego de autosuficiencia. Estoy agradecida porque me permitió ejercitar el agradecimiento y la paciencia. “Dando gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera de ustedes, como cristianos que son” (I Tesalonicenses 5:18 TLA).
Estamos cerca de terminar este año 2023. Durante las próximas semanas, ¿te unirás a mí para encontrar uno o dos momentos cada día para apreciar las cosas que contribuyeron a nuestra vida este año, ya sean tanto las cosas que nos trajeron alegría, como aquellas que no fueron tan gratas?

Reverenda Verónica Martínez-Gallegos, M.Div., BCC, capellana y educadora certificada ACPE. Además, sirve también junto a su esposo, quien es pastor titular de la Iglesia Bautista La Voz de La Esperanza en Charlotte, Carolina del Norte, y colabora en el CLLI en diferentes puestos: Miembro del consejo directivo, facultad y coordinadora del CLLI en Carolina del Norte.