Por: Gabriela Sánchez
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Una de las áreas de nuestra vida que ocupa gran parte de nuestro tiempo es: el trabajo. No es secreto que nuestro trabajo demanda mucho de nosotros. En ocasiones lo demandante del trabajo incluye situaciones que están fuera de nuestro control, por ejemplo: cambios repentinos en nuestro lugar de trabajo, relaciones laborales difíciles o el trabajar en exceso. Todo esto puede tener un impacto negativo en múltiples áreas de nuestra vida.
A la luz de todo esto, ¿cómo podemos usar nuestro trabajo como un medio para vivir nuestra fe?
Trabajando como para Dios
Como personas cristianas, no podemos empacar nuestra fe en una maleta y dejarla afuera de la puerta antes de entrar a nuestra área laboral. A mi parecer, es de suma importancia que nuestra fe penetre cada rincón de nuestro diario vivir. Según los datos más recientes de la Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU., un empleado promedio en los Estados Unidos trabaja 1,892 horas al año. Al ser el trabajo algo muy importante y que ocupa mucho de nuestro tiempo, es ilógico pensar que nuestra vida espiritual puede estar aislada de nuestra vida laboral.
En el libro de Colosenses, Pablo nos anima a poner la mirada en Dios en todo lo que hagamos, esto incluye la manera en cómo desempeñamos nuestro trabajo, sin importar quién pueda ser la persona beneficiada. La razón es que realmente es Dios a quien servimos.
”Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor”. Colosenses 3:23-24 (NTV)
Este pasaje nos alienta a encontrar propósito y satisfacción en lo que hacemos, aun cuando trabajemos en aquellas tareas y obligaciones que pueden ser rutinarias o no tan placenteras. Personalmente, esta verdad profunda cambió mi entendimiento del trabajo y me ayudó a darme cuenta de que mi vocación profesional es otra vía a través de la cual puedo servir a Dios.
Apropiarnos del diseño original del trabajo
“El cielo y la tierra, y todo lo que hay en ellos, quedaron terminados. El séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación… Cuando Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Génesis 2:1-3, 15 (DHH)
Tal vez muchos de nosotros percibimos el trabajo como un castigo o consecuencia, después de la desobediencia de Adán y Eva (Génesis 3:17-19). Sin embargo, el pasaje mencionado arriba (Génesis 2:1-3, 15) muestra el trabajo en el jardín del Edén, un paraíso. Timothy Keller, autor del libro Toda Buena Obra (p. 21),lo explica así: “… Dios no sólo trabajó para crear, pero también para cuidar de su creación”. En el versículo 15, Dios manda a Adán y a Eva a seguir su trabajo al cultivar y cuidar del huerto. Este pasaje nos invita a renovar nuestra perspectiva del trabajo y verlo como parte del diseño original de Dios para toda su creación. Este pasaje nos invita a renovar nuestra perspectiva sobre el trabajo y verlo como parte del diseño original de Dios para toda su creación, y no sólo como un medio para obtener ingresos.
Nuestra fe como una brújula en nuestro trabajo
Hoy en día podemos encontrarnos en ambientes laborales hiper competitivos en los que ser un “tiburón” o “ganar sin importar el costo” es premiado y percibido como una necesidad para progresar. Sin embargo, nuestra identidad sólida en Cristo nos rescata de la vanagloria y arrogancia que pueden estar enraizadas en nuestro deseo de éxitos profesionales, posiciones o carrera para conseguir un salario alto. Quiero aclarar que no me refiero a los ambientes en los que la competencia sana lleva a resultados positivos como la innovación y la eficiencia. El recordar que el centro de nuestra vida es Dios, nos llama a llevar a cabo nuestro trabajo de una manera íntegra para agradar a Dios y no a los seres humanos.
“Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”. Filipenses 4:8 (NVI)
Mientras que nuestros compañeros de trabajo pueden estar batallando con frustraciones e inestabilidades éticas, nosotros como personas cristianas tenemos el regalo de tener a nuestro alcance la mejor brújula que nos dirige a lo verdadero, respetable, justo, puro, admirable y excelente. Te invito a darle gracias y gloria a Dios por las habilidades que te entregó y a utilizar tus dones y destrezas de una manera responsable que engrandezca la gloria de Dios.
Ahora que estamos comenzando un año nuevo, te reto a que durante los próximos días medites en: ¿qué acciones o actitudes puedes tomar en tu trabajo para convertirlo en un medio en el que puedas expandir tu servicio a Dios y a las personas que te rodean?

Gabriela Sánchez es graduada del CLLI y sirve como miembro del consejo directivo del mismo. Sánchez es también graduada de la Universidad de Carolina del Norte, Charlotte con una licenciatura en administración de empresas y de la Universidad de Wake Forest con una maestría en administración de empresas. Vive con su esposo Erick en Charlotte, Carolina del Norte, donde sirve en el ministerio de medios audiovisuales en su iglesia bautista local La Voz de la Esperanza.