Más que un anillo…

Christian Latina Leadership Institute

Por: Margarita García

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“Y ahora quedan estos tres: la fe, la esperanza y el amor. Pero el mayor de ellos es el amor”. 1 Corintios 13:13

Mientras celebrábamos el Día de San Valentín la semana pasada, recordé la historia de mi anillo. Cuando mi esposo y yo celebramos nuestro décimo aniversario, él me regaló un anillo. Eligió un hermoso anillo de oro blanco con dos franjas de diamantes perfectamente alineadas en la parte superior de la argolla. Cuando lo vi, inmediatamente me enamoré de él.

Usé este anillo casi todos los días durante diez años. Hasta que un día me di cuenta de que le faltaba un diamante. No recuerdo cómo ni cuándo lo perdí. Estaba tan acostumbrada a usar mi anillo que todas las mañanas me lo ponía en el dedo, sin prestarle mucha atención. Era una rutina en mi vida, que no me di cuenta de que en algún momento de esos años había dejado de mirar su belleza.

Cuando descubrí que le faltaba un diamante, me sentí diferente con respecto a mi anillo. Ya no me gustó. Lo usé unas cuantas veces más, pero estaba tan consciente del vacío que dejaba ese diamante perdido, que lo desprecié. Estaba tan consciente del espacio vacío, que me hacía pensar que otras personas también lo podían notar. Me molestaba verlo porque estaba incompleto e imperfecto. Recuerdo sentirme molesta por estar tan acostumbrada, tanto que no me di cuenta de que mi piedra preciosa había desaparecido.

Quería recordar. ¿Lo perdería en el trabajo, cuando estaba concentrada en mis deberes? ¿Lo perdería en casa cuando pasaba tiempo con mi familia? ¿O quizá lo golpeé contra algo duro y no vi cuando se cayó la piedra? Tal vez si lo recordara, podría volver atrás y buscarlo. Si lo encontrara, podría repararlo. Un joyero podría volver a colocar la piedra preciosa en su lugar y restaurar mi anillo. Pero no fue así. No había ningún recuerdo que rastrear. Desafortunadamente, lo había ignorado y ahora mi anillo estaba incompleto, imperfecto y era rechazado por mí.

Podía todavía elegir arreglarlo. En el lugar vacío se colocaría una piedra de repuesto. Sería una piedra diferente que tal vez no quedaría exactamente igual, pero mi anillo probablemente volvería a lucir deslumbrante. Podría usarlo sin sentirme avergonzada, y aún si pareciera imperfecto nadie notaría nada. Pero, aun así, mi corazón sabría que el diamante no era de la marca original. Luché con este pensamiento durante bastante tiempo, hasta que se me ocurrió una nueva opción: dejarlo como estaba.

Para mi sorpresa, decidí no reparar mi anillo. No quería un reemplazo para cubrir ese espacio. Tenía recuerdos y muchas historias que contar. Mi anillo significaba más que una simple argolla. Era un reflejo de las luchas, la perseverancia y el amor infinito que nos sostuvo a través de los años. El espacio vacío me recuerda que en el matrimonio siempre habrá algo que arreglar, que llenar y en qué trabajar.

Además, ahora cuando veo mi anillo, también pienso en nuestros corazones que siempre anhelan más. Esto se aplica a todos los seres humanos, casados ​​o no. No importa quién seas, todos experimentamos un vacío que sólo puede ser satisfecho por el Señor. Ninguna relación, logro o cosa puede ocupar ese lugar porque solamente Dios a través de Cristo lo puede llenar. Él es nuestro fundamento firme. Jesús es la roca más preciosa y sólo en Él nos podemos sostener.  

Hoy cuando veo mi anillo y veo el espacio vacío donde debería estar ese diamante, mis ojos están felices y agradecidos al ver su esplendor porque lo que recibí fue un regalo mayor. Fue el regalo de Dios de la fe, la esperanza y el amor que permanecen sin importar lo que pase (1 Corintios 13:13). Este regalo se ha manifestado en muchas de las cosas maravillosas que mi esposo y yo hemos experimentado hasta ahora, pero lo más hermoso es que nos ha unido como uno sólo.

Margarita García es Coordinadora Bilingüe del distrito escolar de Kaufman. Tiene una maestría en Educación de Dallas Baptist University, Dallas, Texas. Se graduó del CLLI Texas, se ha desempeñado como Coordinadora del CLLI Este de Texas y es parte del consejo directivo del CLLI. Además, sirve junto con su esposo pastoreando la Iglesia CLife Kaufman en español.