Por Patty Villarreal
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Durante esta temporada, la gente cristiana celebra la vida, muerte y resurrección del Señor Jesucristo. Mi iglesia sigue el calendario litúrgico cristiano. Así, durante el Domingo de Ramos, los niños y niñas marchan de un lado a otro de los pasillos del santuario agitando hojas de palmas que conmemoran la entrada victoriosa de Jesús en Jerusalén antes de su muerte.
Recientemente vi esta representación de la entrada victoriosa de Jesús en la pantalla grande de un cine. Soy una gran apasionada de la serie The Chosen (El Elegido). En este momento, estoy siguiendo la serie actual de la parte 5: “La Última Cena”. Fue con lágrimas en los ojos que observaba esta muestra de adoración sincera a nuestro Señor. ¡Cómo habría sido esa escena si hubiéramos podido presenciarla!
Sin embargo, no todos estaban de celebración. Muchas personas malinterpretaron lo que esto significaba en el plan de Dios para su creación. Fue el principio del fin de la vida de Jesús en esta tierra. Una vida que nos mostró cuánto nos ama Dios realmente y que el ministerio de Jesús fue uno de reconciliación, de unificarnos con Dios.
Uno de los acontecimientos que sucedió después de la entrada triunfal en Jerusalén fue la Última Cena. En ese momento, Jesús dijo que otro vendría a ayudarnos. Se estaba refiriendo al Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad. En Pentecostés, el principio del plan siguiente de Dios, comenzó la obra de la Iglesia y del movimiento cristiano, bajo el poder del Espíritu Santo.
Y aún continúa.
Cuando terminen las cantatas y dramas de celebración del Domingo de Resurrección; cuando los servicios de adoración hayan acabado; cuando terminen los días de campo en la iglesia y/o en la familia; cuando las búsquedas de huevos se acaban y los pedazos de cascarones se caen del cabello y todo está dicho y hecho, ¿qué pasa entonces? La obra del mensaje de Resurrección continúa.
Al continuar con esta sagrada obra, quisiera ofrecer un recordatorio y una bendición:
El recordatorio – Somos receptores de la Gran Comisión. La obra de la Iglesia continúa. Como seguidores de Cristo, debemos servir como ministros de reconciliación. Una de nuestras graduadas del CLLI, Jana Atkinson Morga, recientemente me introdujo a un libro, The Lives We Actually Have: 100 Blessings for Imperfect Days (Las vidas que realmente tenemos: 100 bendiciones para días imperfectos). [Traducción de la autora], de Kate Bowler y Jessica Richie. Una de las secciones de bendición favoritas para mí es un extracto de “para cuando estés cansado de los sistemas descompuestos” (p. 124-125):
“Oh Dios, cuán bienaventurados somos los que clamamos a ti: Danos el poder de ver y distinguir lo que está descompuesto, lo que es nuestro para restaurar. Guíanos para encontrar alternativas coherentes y hermosas que fomenten la vida, la esperanza y la paz. Ayúdanos a usar nuestros dones uno con el otro en unidad. Bendecidos somos los que elegimos vivir en anticipación, nuestros ojos escudriñando el horizonte en busca de señales de tu reino—el cielo descienda— mientras esperamos”. (Traducción de la autora)
Jesús nos invita a unirnos a su ministerio de reconciliación: “Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37-38 Reina-Valera). Jesús nos llama a ser estos trabajadores que se necesitan para cosechar el campo mientras ofrecemos en su nombre alternativas que fomentan la vida, la esperanza y la paz.
La bendición – Somos líderes ocupadas. Nuestro papel como “personas influyentes” (influencers) y nuestras tareas de liderazgo nos mantienen bastante activas. Además del llamado y ministerio específicos que Dios nos ha dado, sé que muchas de ustedes tienen carga en su espíritu por encontrar a la gente perdida, sanar a los quebrantados en espíritu, alimentar a los hambrientos, liberar a los oprimidos y traer paz a todas las personas. Es una carga santa y un privilegio santo. Somos bendecidas de ser mensajeras de Su Amor. Tenemos la oportunidad de “influir” en otras personas y guiarlas hacia el camino de la reconciliación proclamando las buenas nuevas de que Jesús pagó por nuestros pecados y por los del mundo entero.
Como mensajeras de Jesús, todos los días, en todos los sentidos, en todo lo que hacemos y en todo lo que decimos, la obra de la Resurrección continúa.
¡Adelante en el nombre de Jesús y en el poder del Espíritu Santo!

Patty Villarreal, LMSW, es cofundadora de CLLI y miembro del cuerpo docente. Después de trabajar 43 años como trabajadora social, se jubiló y continúa sirviendo como voluntaria en diferentes iglesias y ministerios comunitarios.