HERMANDAD Y LAGRIMAS

Christian Latina Leadership Institute

Por Adalia Gutiérrez Lee

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Nunca pensé que a mi edad sería tan difícil hablar sobre mis hermanas.  No por no tener algo qué decir, sino porque tengo demasiadas cosas qué contarles.  Tuve dos hermanas y ambas murieron.  Una de bebé y otra muy joven.  Sin embargo, después de haber perdido a seres tan allegados a mí, pude comprender el versículo “fuerte es como la muerte el amor” (Cant 8:6 RVA) y me atrevería a decir aún, después de mi experiencia, que el amor es aún másfuerte que la muerte: porque nuestras hermanas o seres queridos podrán marchar, pero el amor y la relación estrecha que nos vincula con y a través de cada una de ellas, persiste.  No pretendo ser mórbida hablando de muerte o de cosas tristes, pero tampoco quiero ignorar que el amor: “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.El amor nunca deja de ser” (1 Cor 13:7-8 RVA) 

Si tenemos miedo a sufrir, nos va a costar amar.  Si pienso cuántas veces he llorado por las personas que amo, o cuántas veces he llorado la pérdida de un ser querido, no es nada comparable a las veces que sé que Jesús y todas las personas que me aman ¡también han llorado conmigo! Recuerdo que hubo una “racha” de pérdida de personas muy allegadas a mí que me hacía sentir “contagiosa”.  No quería que las personas se me acercaran por miedo a pasarles mi “mala suerte”, o a tener que tratar de encontrar una explicación a tanto sufrimiento. No me considero una persona supersticiosa, ni pesimista, pero me estaba costando mucho trabajo procesar mi duelo. Sin embargo, también recuerdo en esos momentos con cuánto amor ¡la gran familia de Dios me abrazó y lloró conmigo!  No hubiera podido salir adelante de estas pérdidas, si Dios no se hubiera manifestado en mi vida a través de la solidaridad, las oraciones, el abrazo y las lágrimas de todas mis hermanas y hermanos que me acogieron.

Ahora me encuentro en otra etapa.  Sigo mostrando mi amor con lágrimas.  Ya no pretendo encontrar una explicación al sufrimiento.  Sólo se que al amar se sufre.  Mi vida ha sido marcada con lágrimas de amor, pero lágrimas que no sólo fueron de tristeza, sino que fueron y siguen siendo también de alegría al haber conversado y compartido tiempos preciosos con mi mamá, mis hermanas, mis cuñadas, mis primas, mis hijas, mis sobrinas, mis amigas.

La cultura latinoamericana es bien conocida por cultivar relaciones estrechas con la familia extendida. Mi familia no fue la excepción.  Recuerdo cuando mi hermana me agradeció por vivir cerca de ella cuando estuvo enferma y me dijo: “Tu presencia ha hecho una gran diferencia ¡como de la tierra al cielo! Nuestras hijas no están conviviendo como primas, sino como hermanas: como tú y yo convivimos.”  Después de que ella murió, he tratado de continuar esa unidad entre ellas. Hay un valor y una conexión única y especial en la amistad y el amor entre hermanas ¡Cuántas veces hemos reido, o llorado, o incluso pensado en las mismas cosas cuando estamos con nuestras hermanas!  ¡Cuántas veces nos hemos peleado con ellas y después arrepentido porque no vale la pena que el enojo prevalezca en nuestra relación!  

Esta época del año en nuestro calendario cristiano es de adviento, de espera.   Una época llena de esperanza, paz, gozo y amor.  Necesitamos confesarla y vivirla primero como familia de Dios y también como familias latinoamericanas.  Particularmente este año, muchos países latinoamericanos han sufrido calamidades naturales, huelgas, injusticias, pobreza, desesperanza, guerra y muerte.  Nuestro llamado como familia en la fe es a esperar con esperanza, paz, gozo y amor. Si hemos de sufrir por amar, también recordemos que esas lágrimas de amor son las que van a recordar el amor y la solidaridad que Jesús tiene por nosotros, por ellos, por nuestros pueblos siempre.

Adalia Gutiérrez Lee trabaja como directora de area para Iberoamérica y el Caribe en International Ministries y forma parte de la mesa directiva de CLLI.

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