¡Eso es Contagioso!

Christian Latina Leadership Institute

Por Alicia Zorzoli

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Escribo esto mientras estoy, como casi todo el mundo, encerrada tratando de evitar el contagio de este virus que está cambiando nuestro planeta. La lista de las precauciones para evitar el contagio parece ir en aumento con cada día que pasa. 

Ayer mi esposo salió al mercado. ¡Dichoso de él! Lo despedí como si estuviera saliendo a un crucero alrededor del mundo. Hemos decidido que saldremos solo una vez por semana, en lo posible solo al mercado, y lo haremos una vez cada uno. ¡Faltan solo seis días para que sea mi turno! Será la primera vez en 15 días que salga al mundo exterior. Esta es nuestra manera de hacer todo lo que esté de nuestra parte para que esta situación termine cuanto antes. ¡Y seguramente va a terminar!

Pero hay otro tipo de contagios que son todo lo contrario al que estamos siendo bombardeados en estos días. Son los que yo quiero tener. ¡De estos sí que quiero contagiarme!

Quiero contagiarme de risas. Ahora más que nunca. ¿Quién no se contagia con la risa de un bebé? Los que estudian el comportamiento humano afirman que la risa es una emoción que puede ayudarnos en nuestras relaciones con las personas más cercanas, algo importante cuando nos sentimos bien, pero clave cuando tenemos problemas. Me encanta estar cerca de amigos, familiares y hermanos que me hacen reír. De hecho, cuando nos encontramos con otras personas la probabilidad de que nos riamos de algo se multiplica por 30. Quiero estar cerca de personas que me contagien con su risa.

Quiero contagiarme de una actitud positiva. Recientemente leí un artículo titulado “La actitud: un virus muy contagioso”. Todos conocemos alguna persona que, desde el momento que la encuentras, llena el ambiente de quejas, críticas y comentarios negativos. Si no nos damos cuenta, al rato de estar con ella vamos a ver todo de la misma manera. Pero ¡gracias a Dios! hay otras que siempre nos ayudan a ver la salida a cualquier dificultad, nos hacen un cumplido que nos alegra el día, nos alientan a no aflojar cuando nos desalentamos. Quiero contagiarme de esa actitud.

Quiero contagiarme de conocimiento. Es verdad que nunca dejamos de aprender. Y también es verdad que cuanto más sabemos más nos damos cuenta de todo lo que nos falta aprender. Yo me quiero contagiar de personas que saben mucho más que yo y tienen mucho para enseñarme (gracias a Dios tengo algunas muy cerca). Quiero que alguna vez se haga verdad en mi vida el proverbio bíblico: “El que con sabios anda, sabio se vuelve” (Proverbios 13:20, NVI). Pero, además de las personas, quiero contagiarme de la riqueza que encierran los libros. Desde el Libro de los libros hasta la infinidad de buenos libros a nuestro alcance, todos ellos son una fuente de conocimiento a nuestra disposición. Quiero andar con personas sabias que me contagien de conocimiento. 

Quiero contagiarme de buenos ejemplos. De vez en cuando aparece en Facebook una foto de un niño caminando detrás de su papá y copiando la misma postura y el mismo gesto. El título dice: “Nada hay tan contagioso como el ejemplo”. En mi vida he tenido muchos ejemplos de los que quisiera contagiarme más. Pero el que se destaca sobre todos ellos es el de mi papá y mi mamá. Estuvieron dispuestos a servir y seguir al Señor aun sabiendo que deberían sacrificar muchas cosas. El Señor los llevó a servir en un país y en una época cuando era prohibido ser evangélico y sufrieron mucha persecución. Cuando yo tenía unos cinco años mi papá me llevó a una de las reuniones clandestinas. En cierto momento llegaron las autoridades y detuvieron a todo el grupo. Más tarde mis padres me contaban, sonriendo, que ya a esa edad yo estuve “detenida” por unas horas en una comisaría de policía. Fueron los años que más sufrieron; sin embargo, después los recordaban como los más felices de su ministerio. Yo quiero contagiarme de su ejemplo. 

No puedo pensar en un lugar que ejemplifique más ese foco de excelentes contagios. Me refiero a Christian Latina Leadership Institute.

Si pensamos en la risa, sí que nos reímos cuando estamos juntas; algunas veces en los periodos durante las clases, y muchas otras fuera de clase. Hay un lazo que nos une, que nos hace sentir hermanas y nos ofrece hermosos momentos de alegría y de disfrutar juntas.

Si pensamos en una actitud positiva, cada una de las participantes —ya sean alumnas o profesoras— llegamos con trasfondos y experiencias muy diferentes que no siempre son agradables. Pero no conozco a nadie que termine uno de los segmentos de clases sin haber recibido el contagio del aliento que necesita para ese momento ni que salga de allí habiendo recibido el empoderamiento para esforzarse por llegar alto y lejos. 

Si pensamos en conocimiento, cada clase que allí se imparte es un canal que transmite vida y sabiduría. Desde el material de clase impartido por parte del cuerpo docente, donde todo tiene su origen en la Palabra, hasta la sabiduría que viene de las experiencias de vida de profesoras y alumnas, el programa del curso completo está enfocado a la transmisión del conocimiento y la experiencia necesarios para ser las líderes que Dios y nuestra cultura necesitan.

¡Y qué decir del contagio de los buenos ejemplos! El ver “en vivo y en directo” la trayectoria de vida de mujeres cristianas que llegaron alto y lejos hace que todas las presentes salgamos de allí con la convicción de que “si ella pudo, yo también puedo”. 

 ¡Eso sí que es contagioso! Gracias a Dios por esos contagios que nos ayudan a ser mejores hijas de Dios.

Alicia Zorzoli es maestra de la Biblia y conferencista internacional, ha publicado numerosos artículos en revistas y libros cristianos. Desde hace más de diez años sirve como profesora del CLLI.

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