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Por Patty Villareal

Traducido por Alicia Zorzoli

¡Es verano en el hemisferio norte! En mi rincón del mundo generalmente las familias están de vacaciones, o los niños están pasando el día en casa de la abuela mientras su papá y su mamá trabajan. Sin embargo, este verano es muy diferente debido a la experiencia colectiva de una crisis de pandemia.

La gente se pregunta cuándo vamos a regresar a la “normalidad”. Sin embargo, un buen número de líderes consideran que, en vez de eso, lo que vamos a experimentar es una nueva “normalidad”. Otros nos llevan a pensar en una normalidad “mejor”. Como líder y como creyente en Cristo, estoy de acuerdo. Necesitamos esforzarnos por una “mejor” normalidad.

Desde mi perspectiva como trabajadora social licenciada, la normalidad no era tan buena y esta pandemia reveló varias fallas en cuanto a la igualdad y la equidad.

En San Antonio, mi ciudad, teníamos un promedio de 6.000 personas hambrientas que venían  todos los meses a nuestros bancos de alimentos. Con la pandemia, de acuerdo a los datos de la oficina del alcalde de la ciudad, el número de familias que necesitan ayuda con alimentos se duplicó, y continúa creciendo. El aumento del hambre es un suceso mundial. Además, hemos visto cómo esta crisis ha afectado negativamente la vida de las personas de la tercera edad y los grupos minoritarios debido a los factores de pobreza, raza, clase social y edad.

La nueva normalidad necesita ser algo mejor que “volver a la normalidad”.

Entonces, ¿qué hacemos como líderes cristianos durante este tiempo de crisis? ¿Qué lecciones podemos aprender?

Quienes seguimos a Cristo, somos un pueblo de esperanza. La fuente de nuestro poder es la Poderosa Trinidad: Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dado que sabemos que hay poder en la oración nos mantenemos en contacto con Dios. Usamos nuestras rodillas, nuestros “rincones de oración”, el “cuarto de guerra”, para mantener diariamente un espíritu de oración. También respondemos en el nombre de Jesús y mediante el poder del Espíritu Santo.

¿Cómo lo hacemos? Nos apropiamos del conocido versículo: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5, 6). ¿No es maravilloso? No depende solo de nosotros. Dios nos dirige.

¿Hacemos esto en soledad, por nosotros mismos, solo Dios y yo? A veces sí. Pero en la mayoría de las veces Dios nos guía a encontrar a otras personas y trabajar juntas para hacer una diferencia. Así es como empezó CLLI. Dos líderes latinas (la Dra. Nora O. Lozano y yo) compartíamos una pasión y luego una misión para equipar a otras latinas y latinas de corazón. Luego Dios añadió un equipo de líderes que sirvieran como consejo consultor, y luego como un consejo directivo formal en una organización sin fines de lucro.

Líderes saludables se esfuerzan por encontrar colaboradoras para hallar soluciones a los desafíos que enfrentan. El trabajar juntas, bajo la guía del Espíritu Santo, extrae las fortalezas de todas las personas involucradas. Puede que la crisis sea personal, pero puede requerir más de lo necesario si una persona la atraviesa sola. Eclesiastés 4:9 nos recuerda que dos son mejores que uno. Sin embargo, algunos desafíos (como la crisis de la pandemia) requieren más de dos para enfrentar las situaciones críticas.

Un buen número de ustedes, que están leyendo, son líderes en la iglesia. La iglesia de todo el mundo ha respondido al llamado de la gente necesitada y ha sido un instrumento de esperanza aun antes de esta pandemia. Incontables líderes en la iglesia, como ustedes, están trabajando para encontrar recursos a fin de proveer para las necesidades básicas y traer esperanza a quienes no la tienen. Quisiera urgirles a que ayuden a su iglesia a considerar servir con otras entidades fuera de la misma: sus líderes comunitarios. No solo ahora sino en el futuro del ministerio. Sea que se trate de una pandemia, una crisis en la comunidad, o con una comunidad que todavía no ha llegado a su potencial.

Julianna Marraccino, una alumna del Seminario Truett de la Universidad Baylor y de la Escuela de Servicio Social Garland destaca:

Nuestra manera de ser y hacer como hijos de Dios se está moviendo hacia una comprensión redefinida de la imago Dei (la imagen de Dios) de compañerismo y de servicio a la comunidad. Nos está requiriendo que pensemos, actuemos y amemos en forma diferente… En vez de apoyarse en su propia fuerza, las iglesias han mirado a sus comunidades para identificar relaciones, determinar maneras de maximizar los recursos y ofrecer cuidado a sus vecinos en una manera que haga más bien que mal.

Marraccino destacó que el trabajo de la iglesia encuentra fortaleza y efectividad cuando exploramos cómo puede ser una “normalidad mejor”, una “colaboración mutua entre las iglesias y las comunidades”. La iglesia aporta su fortaleza como fuerza espiritual y un ejército de personas voluntarias. La comunidad aporta sus miembros que están igualmente capacitados con sus recursos de educación, salud y empresas. La “normalidad mejor” ya se está practicando en algunas comunidades donde iglesias y líderes comunitarios se han organizado en conjunto para suplir las necesidades de su comunidad, especialmente en áreas de bajos ingresos.

Esto involucra riesgos. Los esfuerzos colaborativos pueden significar que deban ajustarse las expectativas de los posibles resultados a corto y largo plazo. Puede ser incómodo reunirse con otras personas líderes que no provienen de una perspectiva centrada en Cristo. Puede requerir más tiempo lograr las metas. Sin embargo, el cambio y las mejoras para la comunidad valen la pena. La reputación de la iglesia va a ser aumentada grandemente por su buen testimonio y por ser un miembro confiable de la comunidad.

Hay mucho más que puede decirse en cuanto a una normalidad “mejor”. Mientras tanto, imaginemos cómo podría verse esta normalidad “mejor” en nuestras iglesias, nuestras comunidades y nuestros círculos de influencia.

Mientras lo hacemos continuemos orando por quienes trabajan en el área de la salud, por las autoridades que tienen la tarea de tomar decisiones para el bien de sus habitantes, y por la iglesia y su disposición a tomar riesgos y trabajar en una colaboración saludable con su comunidad y con sus líderes.

Patty Villarreal  LMSW, Co-fundadora de Instituto Cristiano para Líderes Latinas y profesora auxiliar en la Universidad Bautista de las Américas.

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