Por Verónica Martínez-Gallegos

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En el mundo actual, quizá hemos sido testigos de alguna injusticia a una persona vulnerable. Tal vez un niño inocente, una anciana, o una persona de un grupo étnico minoritario. 

¿Cómo te sentientes ante la injusticia hacia las personas más vulnerables? ¿Impotente, frustrada, temerosa, distante, paralizada o indiferente? ¿Cuál es tu reacción ante las injusticias? ¿Te quedas callada? ¿Eres movida a misericordia para auxiliar a la persona sufriente? 

Los profetas del Antiguo Testamento tenían la tarea de hablar públicamente sobre temas de injusticia social, desobediencia, disciplina divina, arrepentimiento y esperanza con el objetivo de llamar la atención del pueblo de Dios. Este fue el caso de la tarea profética de Miqueas, uno de los profetas menores, quien demostró una profunda preocupación por la injusticia creada por la opresión social. 

Miqueas nos presenta el cuadro de un pueblo dividido. Por un lado, un pueblo sufriente, y por otro lado, un pueblo opresor. Como era de esperarse, el mensaje de Miqueas en su tiempo no fue bien recibido por los opresores quienes estaban en una posición de poder. 

El mensaje del profeta Miqueas se puede resumir en lo que Dios pedía de su pueblo: hacer justicia, tener misericordia y que le adorarán como el único Dios. “Pero ya Dios les ha dicho qué es lo mejor que pueden hacer y lo que espera de ustedes. Es muy sencillo: Dios quiere que ustedes sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios” (Miqueas 6:8 TLA).

Miqueas exhorta al pueblo de Dios a que abandonen sus prácticas de oprimir al más vulnerable, y llama al pueblo al arrepentimiento como un medio que conduce al cumplimiento de las promesas de Dios. 

De acuerdo al comentarista Daniel J. Simundson, el capítulo 6 de Miqueas inicia con una demanda del pacto entre Dios y su pueblo Israel [i]. Las montañas y colinas servirían como jurado que decidirá entre el Señor o el pueblo de Dios (6:1-2) Dios postula la pregunta: “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí” (6:3). Dios les recuerda brevemente de la historia salvadora, una especie de credo que recuerda períodos claves en la historia de Israel cuando la actividad de Dios fue más clara (6:4-5). 

En seguida, el pueblo pregunta: ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? (6:6-7). ¿Será acaso con ofrendas extravagantes? preguntaron. Miqueas le da un mensaje al pueblo de Dios el cual afirma que Dios está más interesado en la forma del diario vivir que en las prácticas religiosas (Santiago 1:27). 

El profeta Amós confirma lo mismo al enfatizar que Dios “odia” tales esfuerzos superficiales de piedad si no van acompañados de vidas dedicadas a la justicia y la rectitud (Amos 5:21-24). 

De acuerdo a esto, lo que Dios espera es simple, pero a la vez demanda acción:

Practicar la justicia – sean justos los unos con los otros

La justicia es algo que la gente desea, pero no basta con solo desearla o quejarse por su ausencia. La idea de este concepto demanda acción del pueblo de Dios para que trabaje en pro de la rectitud e igualdad para todas las personas. 

De acuerdo a Elizabeth George, Dios nos llama no solo a rectitud personal, sino también a tener responsabilidad social [ii]. Como líderes cristianas, Dios nos ha puesto en círculos específicos de influencia tales como nuestra familia, trabajo, iglesia y comunidad. En estos lugares nuestra voz y opinión pueden hacer la diferencia si nos disponemos a abrir caminos y puentes para las personas que están desfavorecidas.

Un puente es símbolo de conexión entre lugares. Además, un puente crea posibilidades y abre avenidas para conocer nuevos horizontes. Nosotras podemos ser puentes de conexión y ayudar a otras personas a expandir sus posibilidades de promover la justicia. Pero esto incluye también el concientizarnos de nuestro propio lugar. ¿Te has puesto a reflexionar en tus privilegios? Te invito a reflexionar en el lugar donde Dios te ha puesto para que así puedas crear puentes de bendición para las personas menos privilegiadas.  

Amar la misericordia – que sean bondadosos con las personas más débiles 

Desde mi niñez presencié en la iglesia el cuidado bondadoso entre las mujeres en tiempos difíciles. Cuando estamos en el caos y el sufrimiento, es cuando más se necesita una mano que ayude. Es precisamente aquí donde nuestras interdependencias se entrelazan. Como criaturas de Dios, estamos destinadas a estar en relación. Justo González nos invita a profundizar en el concepto de las relaciones humanas: “Ser plenamente humano es ser para los demás, y, por lo tanto, la criatura humana de Dios no está completa hasta que no hay otra por quien ser. Ser completamente humano es ser-para-los-demás”[iii]Ser por otros significa para mí despojarme de mi comodidad para así ayudar a otras personas que están pasando por dificultades.  

Por otro lado, la misericordia es también un llamado de Dios a la acción de cuidar de otras personas con benignidad y bondad. Según Daniel J. Simundson, la palabra “bondad” tiene que ver con amor, lealtad y fidelidad, elementos claves para las relaciones interpersonales.[iv]  

Amar la misericordia es un llamado a la acción de estar presentes para otras personas cuando más nos necesitan. Es parte del gran mandamiento, amar a otros como a nosotros mismos (Mateo 22:36-40). 

Humillarte ante tu Dios – y que lo adoren como su único Dios

Como líderes cristianas somos llamadas a ejercitar una fe genuina en Dios, la cual da como fruto benignidad, compasión, justicia y humildad (Gálatas 5:22). Elizabeth George comenta que “Miqueas resalta la relación inherente entre la espiritualidad auténtica y la ética social”[v]

Algunos estudiosos han señalado que la palabra “humildemente” podría entenderse mejor como “con cuidado”. La palabra clave en este versículo es “caminar” (halak). Debemos caminar con Dios, con cuidado de poner a Dios en primer lugar y vivir en conformidad con su voluntad.

Al caminar con Dios, podemos agradar a Dios con una vida piadosa y así demostrar estas cualidades al hacer justicia, y tener misericordia en nuestras relaciones en el trabajo, la iglesia, familia y comunidad.

Por lo tanto, ¿qué es lo mejor que podemos hacer?: Practicar la justicia, tener misericordia y caminar siempre adorando a Dios.

La Reverenda Verónica Martínez-Gallegos, M.Div., BCC, ACPE Educadora Asociada Certificada del Departamento de Cuidado Pastoral y Educación, Charlotte, Carolina del Norte. Sirve también junto a su esposo quien es pastor titular de la Iglesia Bautista La Voz de La Esperanza en la misma ciudad. Además, colabora como coordinadora del CLLI en Carolina del Norte y forma parte de la facultad del CLLI. 


[i] Daniel J. Simundson. The New Interpreter’s Bible. Vol. VII. The Book of Micah, página 577.

[ii] Elizabeth George, ED. Reina Valera, 1960, Biblia de la Mujer Conforme al Corazón de Dios, página 1135.

[iii] Justo González. Mañana: Christian Theology from a Hispanic Perspective, página 133.

[iv] Daniel, página 580. 

[v] Elizabeth, página 1128.

 

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