Por Sofía Rodríguez

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El principio de un año nuevo ofrece una oportunidad para reflexionar en el pasado y soñar con el futuro, a la luz de las promesas de Dios.

He sido cristiana casi toda mi vida, y buena parte de ésta he servido en el ministerio. Como mujer con un llamamiento pastoral, el camino no ha sido fácil, pero Dios me ha sostenido por su gran misericordia y fidelidad.

Durante un momento particularmente difícil en mi vida, alguien me compartió estas palabras, las cuales han sido de gran aliento en mi ministerio: 

“Dios no te llevará a aguas que Él no pueda dividir, a riberas que él no pueda cruzar, ni a dolor que él no pueda sobre llevar”.

“Dios no te llevará a aguas que Él no pueda dividir”

Nací en el Ecuador, y al año y medio de edad mi papá y mi mamá me trajeron a Colombia, país donde crecí, rodeada de mucho amor en un hogar cristiano. Fue allí donde a temprana edad, conocí y acepté a Jesús, y realicé obras misioneras en compañía de mi familia.  Allí también terminé mis estudios secundarios, y conocí a mi esposo con quien he estado casada por 42 años y con quien tengo cuatro hijos y siete nietos.   

En 1992, Dios me llevó a trabajar en un lugar estratégico que por su ubicación es un eje de desarrollo portuario. Ese sector es también vulnerable a todo tipo de problemas sociales.

Allí trabajé en mi profesión como socióloga, promoviendo desarrollo comunitario. Al ver tantas necesidades, inicié una tarea que cada día se tornaba más desafiante por las continuas muertes y robos. Sin embargo, el cuidado de Dios y su gracia me fortalecían. Reconociendo que solo Dios podía transformar la vida de las personas, alternaba mi trabajo también con una labor espiritual.

Dios seguía abriendo mis ojos a las necesidades espirituales de estas personas, y puso en mi corazón el realizar servicios de adoración los domingos. Iniciamos el 5 de mayo de 1996, y con esto se da nacimiento a la iglesia Bautista Ágape de Barranquilla. Con la dirección de Dios, y el apoyo de mi familia y de una gran mujer de Dios, Sandra Redondo, todo marchaba bien. Como en la iglesia bíblica, Dios añadía a quienes habrían de ser salvos (Hechos 2:47).

“Dios no te llevará a dolor que él no pueda sobre llevar”.

Sin embargo, pronto empezaron las pruebas de nuevo. Mi padre, quien había sido un gran apoyo espiritual pues era un hombre de oración que me aconsejaba, enfermó y diez días después falleció. Un año y medio después, recibí la noticia que mi mamá estaba enferma y pocos días después ella también falleció.

Con sus muertes quedó un gran dolor y vacío en mi corazón, pero Dios lo llenó al darme fortaleza para ir a predicar a lugares donde nunca imaginé que iría: las montañas de Colombia. Estas eran aterrorizantes debido a la gente peligrosa que se encontraba allí. Sin embargo, a pesar de mi miedo, yo experimentaba la presencia y protección de Dios en ese lugar. 

Como si esto no fuera suficiente, también enfrenté los ataques de quienes se oponían al ministerio de la mujer. Me atacaban por ir a ministrar a ese lugar. Las dudas me asaltaban, y casi me hacían desfallecer. Su actitud me parecía irónica. Si ellos no estaban dispuestos a ir, ¿por qué obstaculizaban el trabajo de alguien que sí estaba dispuesta a ir a esos lugares conflictivos?

Las pruebas continuaron a nivel familiar, pero esta vez en lo económico. En un lapso de tres meses mi esposo y yo perdimos nuestros trabajos, justo en el tiempo que nuestros hijos necesitaban educarse. Dios nos sostuvo sin un trabajo fijo por diez años y nos enseñó que “no solo de pan vivirá el hombre” (Mateo 4:4).

Nunca faltó nada en nuestra casa, y cada uno de nuestros hijos fueron a la escuela y se graduaron. Todavía más, pudimos enviar a nuestro hijo mayor, Carlos, a estudiar teología a San Antonio, Texas. Actualmente, él es un pastor para la gloria de Dios.

“Dios no te llevará a riberas que él no pueda cruzar.”

Por mi parte, yo siempre anhelaba continuar estudiando, y le pedía a Dios por esto, esperando su tiempo perfecto para prepararme para servirle mejor como mujer en el ministerio.

La respuesta de Dios llegó en el 2016, cuando mi hijo Carlos me compartió que habían aprobado una Maestría en Estudios Teológicos en español. Reconocí que Dios había dado respuesta al deseo de mi corazón. Inicié mis estudios ese verano y gracias a Dios me gradué en el 2018.

Cuando Dios da, da en abundancia, pues proveyó otra oportunidad de estudios para mí. En octubre del 2019, mi hijo Carlos enfermó y tuve que viajar a Fort Worth, Texas, para acompañarlo. Un día antes de regresar a Colombia escuché sobre el entrenamiento del CLLI, pero parecía imposible que pudiera asistir pues ya tenía mi boleto comprado. Milagrosamente, el boleto se pudo cambiar gratis, y mi familia proveyó la colegiatura. Llena de agradecimiento a Dios empecé el entrenamiento y pronto me graduaré.

Hoy pastoreo dos iglesias establecidas y durante la pandemia abrimos otro lugar de estudios Bíblicos infantiles. Los ataques al ministerio de la mujer continúan, pero Dios nos da la victoria y la gran bendición de contar con un liderazgo empoderado, que sirve y es constante en el trabajo del Señor.

Han pasado 25 años de ministerio, y veo maravillada hasta donde Dios, por su fidelidad, me ha traído. Mis hijos terminaron sus estudios con especializaciones; hoy continúo sirviendo al Señor con mi familia y mis hermosos nietos en las congregaciones y donde Dios nos permita trabajar en su obra. 

Al terminar este año, solo puedo ver hacia atrás y darle gloria a Dios por su fidelidad y su misericordia. 

Y al mirar al próximo año y al resto de mi vida, puedo pensar solamente en que Dios nunca nos ha prometido un camino fácil, pero si un arribo seguro. La Biblia afirma que Dios es el mismo por siempre (Salmo 102:25-27), y si Dios es quien nos guía y fortalece, sin importar las pruebas y dificultades llegaremos con bien hasta el final de nuestras vidas.

¡Así que confiando en todas las promesas Dios, démosle la bienvenida a este nuevo año!

Rev. Sofía Rodríguez es pastora de la Iglesia Bautista Ágape de Barranquilla, Colombia, presidenta de la Fundación Obreras en Acción (para adultos mayores), y estudiante de tercer año, del Instituto Cristiano para Lideres Latinas.

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