Por: Adalia Gutiérrez Lee
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Las necesidades básicas del ser humano pasan tan desapercibidas que a veces las ignoramos, o ni siquiera pensamos en ellas como si fueran de primera necesidad: comer, dormir, tener a alguien quien nos cuide, nos ame y nos eduque cuando somos niñas. Esos primeros cinco años de vida, los que menos recordamos, son los que más forman nuestra personalidad y nuestro carácter. Son años que forman recuerdos que nos van a nutrir y sostener de por vida.
Este mes, en el cual honramos a nuestras madres, ha sido diferente para mí. Decidí pasarlo evocando recuerdos que me ayudaran a agradecer a Dios por la mamá que tuve. Ya no la tengo conmigo desde hace varios años. Sin embargo, su amor trasciende su presencia física.
Mi mamá era un ser que emanaba dulzura y seguridad. El simple hecho de saber que estaba siempre al pendiente de mí, no importaba qué tan lejos me encontrara de ella, me daba tranquilidad. Yo sabía que todo me iba a salir bien porque ella estaba al pendiente. Ya fuera con mis estudios, juegos, deporte, iglesia, amistades, donde quiera o con quien fuera que estuviera, mi mamá era una constante que me inspiraba y me ayudaba a dar lo mejor de mí misma.

Mi mamá fue una mujer prudente: sabía cómo escuchar y cuándo hablar. Siempre nos decía: hay cosas que, aunque pensemos, no siempre debemos decir. Hay que hablar para construir. Si no a todas las personas les gusta compartir, no tengo por qué preguntarles e incomodarlas. He de confesar que este último consejo siempre me ha costado trabajo seguir porque ¡soy mucho más curiosa que ella!
Sus palabras de afirmación siempre eran seguidas por una caricia tierna, o un acto de amor. A veces se asomaba a la puerta de la casa cuando se preocupaba porque alguno de nosotros no había regresado, recordándonos así, que las expresiones de cariño trascienden lo lógico y lo racional. ¿Acaso el ver a la calle iba a acelerar el proceso de nuestra llegada? A ella no le importaba lo “absurdo” del amor, sólo demostrarnos, con hecho y palabras, que su amor era constante e incondicional.
En un devocional que di recientemente, hablaba del amor de Dios y comentaba que para mí el ver a Dios como Padre o Madre cuando era niña, no era tan necesario porque tuve una madre y un padre excepcionales. Ahora de adulta, comprendo la insistencia de Jesús de relacionarnos con Dios de esta manera tan íntima. Saber que al amor de Dios trasciende toda lógica, y como corrobora Pablo en su carta a los Efesios, “es más grande de lo que podemos entender” (Efesios 3:19).
No tenemos que entender, ni explicar el amor de Dios para conocerlo y experimentarlo. La presencia de Dios es una constante en nuestra vida que nos permite vivir, dormir, jugar, estudiar y relacionarnos confiadamente.
Si bien es cierto que mi mamá fue una gran líder, y que aprendí de ella muchas lecciones de liderazgo, creo que lo que más atesoro es cómo relacionarme con Dios todos los días. Esa oración que me enseñó y repetía conmigo todas las noches al lado de mi cama, es la misma que me sostiene ahora: “en paz me acostaré y así mismo dormiré, porque sólo tú, oh Dios, me haces vivir confiada” (Salmo 4:8). Esta experiencia y oración me inspiran el día de hoy en todas las áreas de mi vida.
El ser líderes en la casa y fuera de ésta es una gran responsabilidad. De hecho, algunas veces es más desafiante ser una buena líder dentro de la casa donde somos conocidas de una manera más profunda. Mi mamá fue una líder* que nos inspiró a mis hermanas, hermano y a mí en el mundo íntimo de nuestro hogar, así como a muchas mujeres y hombres alrededor del mundo.
Al reflexionar en la vida de mi mamá, mi oración es que yo pueda llegar a ser el tipo de líder que ella fue tanto en el hogar como en el mundo. Si puedo llegar a ser sólo la mitad de lo que ella fue, me sentiré realmente satisfecha, realizada y feliz.
Al honrar a nuestras madres este mes, te quiero invitar a pensar en la maternidad en un sentido más amplio: biológico, adoptivo, espiritual, emocional e intelectual. ¿Quiénes son las madres que puedes honrar en tu vida? ¿En qué formas puedes inspirar y animar a otras personas como sólo una madre puede hacerlo?
*Nota de la editora: Edna Lee de Gutiérrez, mamá de Adalia, fue una líder brillante y reconocida entre las personas bautistas a nivel mundial. Para conocer más sobre su vida, haga clic aquí para leer este artículo disponible sólo en inglés.

Adalia Gutiérrez Lee sirve como directora de área para Iberoamérica y el Caribe, Ministerios Internacionales de las Iglesias Bautistas Americanas, y forma parte del Consejo Directivo del Instituto Cristiano para Líderes Latinas (CLLI).