Por Adalia Gutiérrez-Lee
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Al celebrar el Día del Padre hace unos días, volví a recordar esta frase célebre de mi papá, Rolando Gutiérrez-Cortés. Estoy segura de que no soy la única que tiene este recuerdo significativo de “Pa’trás, ni para tomar impulso”. Muchas otras personas recuerdan a mi papá también con esta frase porque su alegría y optimismo eran contagiosos. No solamente “le debo” los genes que me heredó, sino el sinnúmero de ocasiones en las que me animó a seguir adelante, a terminar lo que había empezado, a no darme por vencida, a no pensar que-por más difíciles que fueran las circunstancias-yo carecía de fuerza, capacidad, o recursos suficientes para enfrentar cualquier situación.
¡Ah, cómo me inyectaba seguridad! ¡Cómo le agradezco tantas enseñanzas que me han guiado en mi vida personal y como líder!
Listar en algunas líneas los aprendizajes de familia, ministerio, vida personal, fe, vocación, iglesia, teología, misiones o tantos otros temas que recibí de mi papá, sería infructuoso. Sin embargo, quiero compartir aquí algunas de sus frases que resaltan su calidad humana, su fe inquebrantable y su pasión por siempre ver el lado positivo de las cosas.
Papá siempre explicaba su forma de pensar para ayudarnos a nosotros sus hijas e hijo, a aprender a formar criterio al momento de tomar decisiones. Decía que, cuando en el hogar se expresan verbalmente las razones por las que se toman decisiones, la opinión de toda la familia ayuda a considerar todas las variables, formar criterio, y a tomar la mejor decisión del momento.
Papá decía que las dos grandes cosas que mi mamá y él nos iban a “heredar” eran: nuestra fe en Dios y el terminar nuestra carrera profesional. Que estas dos grandes herramientas nos iban a ayudar, a sostener, y a dirigir a lo largo de la vida.
Papá también nos exhortó a reconocer que no importaba qué profesión estudiáramos, nuestra vocación era servir a Dios y a nuestros semejantes. Y que la profesión sólo era un instrumento para cumplir nuestra vocación.
Al terminar mi carrera de Médica Cirujana y sentir mi llamamiento de seguir preparándome para ayudar de una manera integral a las personas con menos recursos económicos a tener una salud digna (mental, física y espiritual), mi papá me animó a continuar mis estudios de posgrado en los Estados Unidos. Sin embargo, yo le recordé que mi inglés era limitado o casi nulo y su idea de que yo estudiara en inglés, no iba a funcionar.
Hice el examen de inglés y, como era de esperarse, no cumplía con los requisitos del idioma para hacer mi posgrado. A pesar de esto, al ver los resultados, mi papá dijo: “No vas a tener ningún problema para aprender inglés. Todavía no llegas allá, y ya tuviste más de la mitad de aciertos”. Y lo demás es historia. Terminé estudiando allá y conocí a mi esposo con quien llevo muchos años compartiendo vida y ministerio. ¡Vaya que mi papá siempre veía el vaso medio lleno!
Papá decía que “ser optimista” no era “no ser realista”, sino “una forma de visualizar y optimizar los recursos que tenemos, para poder llegar a cumplir nuestras metas y sueños”. Que “un paso a tiempo, dado a tiempo, significa terminar a tiempo y con éxito”.
Su frase “pa’trás, ni para tomar impulso” frecuentemente estaba acompañada de su otra frase preferida “sursum corda” “¡arriba corazones!”. Era su forma de repetirnos una y otra vez: Que no decaiga el ánimo, que no decaiga la fe, fiel es Dios que nos sostiene en todo momento.
Papá fue pastor toda su vida de adulto*. Decía que la teología de “escritorio” aislada y no contemplada dentro de la comunidad de fe, no reflejaba una fe vibrante, contextualizada, llena de esperanza. Decía que nuestro “estudio” de Dios debía ser en comunidad, para no caer en una fe teórica, llena de doctrinas y carente de la trascendencia que como Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo debíamos tener en el mundo.
Decía que, con mi mamá, en sus 38 años de casados, experimentó “el misterio de la mismidad”. A nosotros nos denominó sus virtudes teologales: mi hermana Edna, era su fe, mi hermano Gustavo su esperanza, y yo era su amor. Así que cuando nació nuestra hermana menor, en nuestra inocencia infantil, le preguntamos angustiados, ¿qué sería ella? Y le llamó Eunice para asegurarnos que ella sería su victoria.
A través de los años, todas estas frases se han vuelto un pilar en mi vida personal, ministerial y como líder.
El año pasado escribí un blog en este mismo espacio acerca de mi mamá y lo cerré con una invitación para pensar en la maternidad de una manera más amplia. Hoy quiero extender la misma invitación a pensar, pero ahora en la paternidad, en este sentido más amplio: biológico, adoptivo, espiritual, emocional e intelectual. ¿Quiénes han figurado en tu vida como figuras paternas por las que puedes agradecer a Dios? ¿En qué formas puedes inspirar y animar a otras personas como sólo un padre puede hacerlo?
¡Arriba corazones! Que toda nuestra vida sea para gloria de Dios.

Adalia Gutiérrez Lee sirve como directora de área para Iberoamérica y el Caribe, Ministerios Internacionales de las Iglesias Bautistas Americanas, y sirvió en diferentes capacidades dentro del Consejo Directivo del Instituto Cristiano para Líderes Latinas (CLLI).
*Nota de la editora: El Rev. Dr. Rolando Gutiérrez-Cortés, papá de Adalia, fue un pastor, teólogo y líder brillante, reconocido mundialmente por su labor pastoral y articulaciones teológicas. Para conocer más sobre su vida, haga clic aquí.