ACEPTAR EL LIDERAZGO

Christian Latina Leadership Institute

Por Oluwatofunmi Odulate

Traducido por Alicia Zorzoli

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“No soy una líder”.

Si me dieran un centavo por cada vez que dije esto sería muy rica. Esto se debe a que yo tenía esa idea distorsionada de lo que es el liderazgo. Algunos de los mitos al respecto que yo había aceptado eran: “Una líder debe estar siempre bien y en forma para ser el centro de atención. Una líder debe ser perfecta y sin ningún defecto. Una líder no tiene vida propia. Una líder soluciona conflictos y escucha los problemas de otras personas. Una líder es la mejor del grupo. Una líder es la persona más importante en un grupo. Una líder nunca se equivoca y siempre tiene razón”. Y la lista continúa. Esos mitos obnubilaban mi mente y fueron la razón para que yo rechazara cualquier oportunidad de liderar porque, después de todo, yo no era líder.

“No soy una líder”.

La primera vez que dije estas palabras fue cuando tenía 13 años y me pidieron que dirigiera el grupo infantil en una nueva iglesia. Sin embargo, aunque eso se veía como una responsabilidad sencilla para una persona de esa edad, para mí era abrumadora y me produjo pensamientos internos respecto a cuán poco preparada estaba y cuán inadecuada me sentía para esa tarea. ¿Cómo podía alguien considerar mi edad y pensar que esta niña de 13 años era lo suficientemente madura como para liderar? ¿No es que el liderazgo es para las personas adultas? Pero acepté la tarea y fue un éxito. Esto abrió más oportunidades para liderar en diferentes capacidades y bajo diferentes circunstancias. Al pasar el tiempo, esta nueva senda que encontré para mi vida originó otra pregunta en mi mente.

“¿Soy una líder?”. 

Recuerdo que cuando escuché de CLLI por primera vez tuve una conversación mental conmigo misma y con mi papá y mamá acerca de si debía o no inscribirme. Pensé decirles: “No soy una líder. No tengo planes de ser una líder. Es demasiada responsabilidad. Ni siquiera soy latina”, para convencerles a ellos y a mí misma de que eso no era para mí.  Pero, después de conversar con el personal y las profesoras del Instituto, y con el aliento de algunas ex-alumnas, me inscribí. Aparentemente, cada una de esas personas vieron en mí a la líder que yo todavía no veía. Ellas, a diferencia de mí, conocían la verdadera definición de una líder: alguien que no se enfoca en la posición, sino que trae los atributos correctos a esa posición.

Aprendí que el liderazgo no siempre viene con un título. Viene cuando una persona asume el rol, las responsabilidades y la habilidad de influir a otras hacia una meta común. Después de mi primer año de asistir a CLLI, de leer libros sobre el liderazgo y de escuchar la trayectoria de liderazgo de las profesoras, pude verme a mí misma en sus historias de cómo llegaron a ser líderes. Yo también había dudado de mí misma muchas veces. Yo también experimenté que otras personas dudaran de mí. Yo también tenía temor de fracasar si lo intentaba. Yo también tenía temor de las críticas si no hacía un trabajo perfecto. Esas mujeres a las que veía como habiendo tenido éxito en varias disciplinas de la vida, habían tenido temores como los que yo estaba teniendo en ese momento. Nuevamente apareció la pregunta en mi mente.

“¿Soy una líder?”. 

Ser una líder es ser aprendiz y seguidora. Jesucristo, a quien considero el maestro más grande de todos los tiempos, nos aconseja en Juan 13:13-17 que seamos como él. Debemos seguir su ejemplo y aprender de él de la misma manera que él aprendió del Padre. Las líderes deben aprender continuamente. En la carta a los Hebreos 13:7 (NVI) leemos: “Acuérdense de sus dirigentes, que les comunicaron la palabra de Dios. Consideren cuál fue el resultado de su estilo de vida, e imiten su fe”. Este versículo dice que para ser líder tenemos que aprender de un líder. Necesitamos permitir que nos enseñen. Comencé a mirar fuera de mí misma y ver que, para que yo pudiera ser la líder que Dios me llamó a ser, necesitaba primero aceptar que soy una líder y luego someterme a la enseñanza de otras personas líderes que Dios colocó estratégicamente en mi vida. Además, una líder es una sierva. No estamos listas para el liderazgo si no estamos listas para humillarnos en el servicio a otras personas. Jesús dice eso en Mateo 20:26 (NVI): “Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor”.

“¿Soy una líder?”. 

Puede que muchas de nosotras nos hayamos hecho esa pregunta alguna vez. Miramos a nuestras capacidades con duda e incredulidad. Al hacerlo, no estamos reconociendo a Aquel que nos dio esa habilidad. Tampoco estamos validando la sabiduría de quienes nos rodean, que nos ven capaces de serlo y que nos llaman líderes. 

Ahora sé que con el paso de los años he evolucionado desde aquella niña tímida de 13 años hasta ser una joven que ha entregado su vida al servicio de otras personas, y que está muy feliz de hacerlo. He crecido hasta ser una mujer que cree que es capaz de efectuar cambios positivos en situaciones dadas y que es una catalizadora de crecimiento en quienes confían en ella para guiar e influenciar. Ciertamente todavía no he llegado a ser todo eso, como muchas de las que me precedieron cuyos pasos necesito imitar para ser una mejor líder. Dejé de lado la timidez y el dudar de mí misma y he asumido el ser cabeza en las tareas que se me ponen por delante, tratando en todo lo posible de ser digna y de ser un modelo para quienes vienen tras de mí. Con todo esto puedo decir firmemente y con toda confianza: “Soy una líder”.

Quiero desafiarnos a mirar hacia adentro y escuchar lo que otras personas han dicho acerca de nosotras, a reconocer esos atributos de liderazgo que poseemos, a aceptarlos y a comenzar a utilizarlos porque, después de todo, somos realmente líderes.

Oluwatofunmi Odulate es recién graduada de la Universidad Bautista de las Américas. También se graduó de CLLI en 2019. “To”, como la llaman cariñosamente, trabaja actualmente con refugiados en BCFS y sirve en el ministerio de música, mujeres, niños y jóvenes adultos en su iglesia local, Mercy Church de San Antonio. To es apasionada por las personas y su salud mental.

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