Por Anyra Cano

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El Paso, Texas, es mi “casa”. Es donde nací y me crié; es donde Jesús llegó a ser mi Señor y Salvador; es donde recibí mi llamado al ministerio; es donde comencé mi ministerio; y es donde yo tengo mis recuerdos más tempranos y queridos. ¡Es también el lugar en el que encuentro mis enchiladas, flautas y chiles rellenos favoritos!  

El primer fin de semana de septiembre fui a mi “casa”. Mi iglesia decidió hacer un “corto” viaje misionero para servir a la iglesia de la que yo provengo. Yo sabía que sería una clase de viaje diferente de “ir a casa”.

Fue diferente porque era la primera vez en dos años que yo regresaba (desde que mi mamá falleció). Yo no sabía qué esperar de la ciudad que dejé el día después que sufrió la horrible matanza en Walmart. Era diferente también porque sería la primera vez que iba a regresar y no quedarme en la casa de mi niñez.

Honestamente, estaba nerviosa de volver, temerosa por no saber cómo me iría después de dos años, el tiempo más largo que yo había estado lejos de allí. 

Cuando llegué, observé muchos cambios; no estaba segura de aceptarlos o escaparme. Las montañas, las que yo en broma decía que son mías, ¡estaban todas verdes! Había nuevos comercios y nuevas construcciones de viviendas. También noté un sentimiento diferente en la ciudad, uno de solidaridad, de ayudarse y protegerse mutuamente. 

Yo también soy diferente. La mayor diferencia era ir a casa como una nueva mamá. 

Mientras admiraba la belleza de las montañas y los atardeceres, y todos los cambios, me di cuenta de que estaba feliz y orgullosa de estar en “casa”. Ir a casa me ayuda a no olvidarme nunca de dónde vengo. Me recuerda dónde Dios me ha llevado y eso me trae esperanza de lo que va a venir.  

El domingo fuimos a la iglesia a la que ayudamos. Es la iglesia que me apoyó durante mis años en la universidad mientras me preparaba para el ministerio. Es también la iglesia que oró por mí y me abrazó durante un tiempo difícil. La iglesia donde a mi mamá le gustaba servir y donde la ministraron. 

Me pidieron compartir unas pocas palabras con la congregación y, cuando lo hice, les expresé mi gratitud. Dios me había permitido volver y dar algo a la iglesia de la cual yo provenía. Compartí que nunca debemos olvidar nuestras raíces y a quienes nos formaron a lo largo de nuestro camino. 

Siempre que comienzo a pensar acerca de dónde provengo, o dónde Dios me ha llevado, hay una historia que viene a mi mente acerca de quienes olvidan de dónde vienen. Se encuentra en Juan 8:33, cuando los judíos y los fariseos están cuestionando la identidad de Jesús y su audacia para decir que él tenía el poder para liberarlos. Después de escuchar a Jesús, ellos respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?

Yo tengo bastantes problemas cada vez que pienso en estos hombres, realmente cuestionando si alguna vez habían sido esclavos. Conocemos esa historia: los israelitas fueron llevados cautivos muchas veces. Dios les rescató, les exhortó a que nunca se olvidaran dónde estaban y cómo habían sido liberados, y a que siguieran el camino de Dios. Sin embargo, ellos se iban a olvidar y caer repetidamente en esclavitud por no seguir lo que Dios les había ordenado hacer.

Hay un peligro en olvidar el pasado; como nos lo advierte el filósofo George Santayana: “Quienes no se acuerdan del pasado están condenados a repetirlo”. 

La Biblia también enfatiza la importancia de no olvidar el pasado. Dios les advirtió a los israelitas:  Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos (Deuteronomio 4:9). 

Nuestra identidad está formada por nuestro pasado. Muchas veces, puede que no sea el mejor pasado y queramos olvidarlo. Sea que haya sido doloroso o gozoso, nuestro pasado ayuda a moldearnos e informa nuestro futuro. Puede ser una clave que nos ayude a no volver a caer en cautiverio o a mantenernos firmes en seguir la dirección de Dios para nuestra vida.

Como líderes, quiero sugerir algunos beneficios de no olvidar nuestro pasado:

  • Nos ayuda a mantenernos humildes. Nos recuerda que no llegamos solos a donde estamos ahora, y que todavía tenemos un largo camino por delante. El mantenernos humildes produce gratitud hacia quienes nos han ayudado, animado, aconsejado, exhortado y levantado. Podemos mantenernos humildes reconociendo que si fracasamos en el pasado podemos volver a hacerlo. 
  • Nos anima y nos hace estar orgullosos de nuestra identidad al mirar atrás y ver nuestra transformación y crecimiento. A veces como líderes somos las personas más duras con nosotras mismas, permitimos que nuestras luchas actuales nos envuelvan; sin embargo, el mirar hacia atrás nos ayuda a decirnos: “He recorrido un largo camino; y si he alcanzado tanto en mi pasado, ¿qué más puedo hacer ahora?”.
  • Nos enseña a mirar hacia adelante. Nuestro pasado nos puede dar una perspectiva nueva de los cambios que están sucediendo alrededor y de los beneficios de ellos. Como líderes sabemos que los cambios son inevitables. El ver los cambios puede producir nuevas perspectivas, creatividad e ideas de cómo aceptar o desafiar los cambios que suceden a nuestro alrededor. 
  • Produce más gratitud y más amor hacia Dios. Nos recuerda que Dios ha estado con nosotros en cada paso del camino y continúa estándolo. Que Dios, de una forma incondicional y amorosa, nos va a llevar a través de nuestro futuro. Dios es nuestra constante en todos los cambios que nos rodean. 

¿Cuándo fue la última vez que “volviste a casa” o recordaste tu pasado? Hoy te invito a mirar hacia atrás, “ir a casa” y nunca olvidarlo. Sé que puede ser una invitación desafiante pero, si la aceptas, puedes encontrar una verdadera bendición, como lo hice yo.

Anyra Cano es la Coordinadora Académica del Instituto Cristiano para Líderes Latinas, Ministra de jóvenes de la Iglesia Bautista Victoria en Cristo en Fort Worth, TX y Coordinadora de las Mujeres Bautistas en el Ministerio de Texas.

Esta fotos es de Anyra en la montaña en El Paso, TX.

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