Por Nora O. Lozano

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Algunas de mis posesiones más importantes son mis plantas. ¡Me encantan! Aunque tengo un conocimiento limitado sobre ellas, siempre hago todo lo posible por cuidarlas bien. Heredé de mi mamá este amor por las plantas. En ocasiones especiales, me gusta regalar una poda de una de ellas. Para mí, son una forma de conectarme con la otra persona especial o un recordatorio de ese evento especial.

Hay una planta en particular, una chafalaria, que tiene una historia singular. Mi compañera de cuarto del seminario y buena amiga, Heather Musselman, me lo dio. Ha estado conmigo durante más de 32 años y se ha mudado conmigo en cinco ocasiones diferentes. Cuando mi familia y yo hicimos el gran cambio de Nueva Jersey a Texas, me aseguré de que esta planta estuviera conmigo en el automóvil y en un buen lugar. Gracias a Dios, sobrevivió a los cuatro días de manejar y la estancia en hoteles.

Durante 30 años, esta planta estuvo en la misma maceta. Para mí, parecía feliz donde estaba. Sin embargo, nunca creció ni cambió (foto 1). Un día en el otoño del 2019, mi hija Andrea, que es mucho mejor que yo con las plantas, y conoce mucho más acerca de ellas, me dijo que la planta necesitaba un cambio. Así que sugirió trasplantar la planta y colocarla en un área con más luz. Encontré una maceta buena, bonita y más grande, y procedimos a replantar y reacomodar la planta.

Al hacer mi hija y yo todo esto, me dio miedo que tal vez fuera un cambio demasiado grande para la planta y que tal vez no iba a sobrevivir. Sin embargo, también reconocí que la presencia de algunos elementos constantes podría proporcionar cierta estabilidad a la planta, en medio del cambio: mantener el mismo horario de riego, utilizar parte de la misma tierra y trasladarla a una nueva área en la misma habitación. Estos elementos me dieron esperanza de que podríamos lograr una transición exitosa.

Para nuestra sorpresa, después de 30 años, la planta comenzó a crecer en diferentes direcciones. En cuatro meses, se desarrolló como nunca. Había una rama en particular que empezó a crecer hacia el suelo. Se estaba haciendo tan grande, que se estaba volviendo una molestia. Un día de enero del 2020, decidí redirigir la rama. La doblé con cuidado y la até a otra sección de la planta. Después de tres semanas, no sólo me quedé sorprendida, sino maravillada con el crecimiento de la planta (foto 2).

Durante los meses siguientes, continuó creciendo y creciendo, y ahora proporciona una hermosa decoración natural en mi casa (foto 3).

Al observar la transformación de la planta, no pude evitar pensar en nuestras vidas como personas cristianas.

Como seres humanos, tendemos a sentirnos felices en lugares cómodos y familiares. Esta situación, aunque pueda parecer realmente segura, puede llevarnos a una vida de mediocridad, donde las cosas están “bien”. Sin embargo, Dios quiere más que “bien” para nuestras vidas. Dios quiere lo mejor para nosotros.

Mientras Dios nos prepara para esta vida mejor, es posible que nosotros, como mi planta, tengamos que enfrentar cambios. A veces, estos cambios son livianos y bienvenidos, pero la mayoría de las veces son bruscos y difíciles. Parte de la dificultad del cambio es que a menudo le tememos debido a la incertidumbre que nos provoca.

Al observar la transformación en mi planta, también reconocí cómo la estabilidad de algunos elementos familiares, como su horario de riego, el suelo y la nueva ubicación dentro de la misma habitación, la ayudaron a sobrevivir el cambio. De la misma manera, cuando enfrentamos cambios en nuestras vidas, bienvenidos o no bienvenidos, necesitamos recordar cómo en medio del cambio, la presencia de elementos constantes en nuestras vidas puede traernos un sentido de estabilidad.

Uno de estos elementos es nuestra espiritualidad, nuestra relación con Dios. Si nos arraigamos en Dios a través de una relación espiritual buena y cercana, no sólo seremos capaces de sobrevivir, sino que prosperaremos frente al cambio y el desafío.

Otro elemento constante que puede ayudarnos ante nuevas situaciones es nuestra familia y amistades. Esas personas que nos rodean y nos animan en el camino, apoyándonos con su presencia y palabras. 

Si bien es cierto que el cambio puede producir incertidumbre y desafíos en nuestras vidas, también es útil durante una transición mirar hacia atrás a nuestras vidas y recordar que Dios ha prometido estar con nosotros, caminar con nosotros y guiarnos sin importar las circunstancias. 

Cada vez que reflexiono sobre un cambio en mi vida, incluso uno pequeño, eventualmente puedo ver la mano de Dios guiando la situación. Quizás durante la transición, no podía ver a Dios claramente, pero con al pasar del tiempo y con algo de reflexión, la presencia y los planes de Dios se hicieron claros en mi vida.

Al seguir caminando por la vida, con sus cambios inevitables, debemos recordar que Dios siempre está presente, atrayéndonos hacia algo mejor y moviéndonos hacia la vida mejor que Dios ha planeado para nosotros. 

Al hacer esto, sigamos confiando en Dios y viviendo de una manera fiel a Dios, a las demás personas y a nuestro llamado. Y quién sabe, con el tiempo puede que nos llevemos una grata sorpresa con el resultado, y quizás quedemos tan sorprendidos y encantados como yo lo estuve al presenciar el impresionante desarrollo y crecimiento de mi planta.

Nora O. Lozano es directora ejecutiva y cofundadora del Instituto Cristiano para Líderes Latinas (CLLI), y ha estado involucrada en el campo de la educación teológica cristiana por más de 25 años.

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