Por Nora I. Silva
Traducido por Patricia Gomez
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Siempre me he considerado una chica de chicas. Esto es porque siempre he valorado a las mujeres que son parte de mi vida, y reconozco la influencia profunda que recibí y que continúo recibiendo de ellas. Al pensar en todas las mujeres que han sido una influencia y ejemplo en mi vida, primeramente pienso en mi mamá, sus hermanas y hasta sus cuñadas. Mis tías fueron y todavía siguen siendo mujeres que admiro y respeto. Cada una de ellas contribuyó a las experiencias únicas que tuve mientras crecía. Lo que observé entre ellas fue una conexión basada en algo que ahora reconozco como una confianza profunda y amor verdadero. Y aunque tal vez no lo haya entendido en aquel entonces, lo que observé fue apoyo en tiempos difíciles, celebración de logros, risa, muchas risas, y la consistencia en todo esto.
Tengo la bendición de tener cuatro hermanas. Mis tres hermanas mayores siempre me alentaron y a menudo prepararon el camino para que yo tuviera éxito. Ellas proveyeron para mí en formas que mi papá y mi mamá no podían hacerlo. Mi hermana Cissy, después de que se mudó, siguió enviando dinero y se aseguró de que yo tuviera ropa nueva para ir a la escuela. Mi hermana Lettie me dio un gran ejemplo al alcanzar una educación superior, y al hacerme que me quedara con ella en los veranos, para así inspirarme a hacer lo mismo. Mi hermana Doris, a los diecisiete años, trabajó en un restaurante local de comida rápida, y usó el dinero que ganaba arduamente para inscribirme en clases de gimnasia, pues sabía que yo amaba ese deporte y que mi papá y mi mamá no podían pagar las clases. También se aseguró de que yo fuera con ella a la iglesia los domingos. Todas ellas proporcionaron oportunidades y opciones para mi vida. Trabajaron arduamente para extender los límites de mis experiencias, para que así yo pudiera llegar más lejos de donde ellas habían llegado. Anna, mi hermana menor, no tuvo esta función de influencia en mi vida temprana.Yo la adoraba cuando era bebé, pero luego se convirtió en una molestia para mí, ya que era la hermanita que tenía que llevar conmigo a todas partes. Ahora que somos mujeres adultas, se ha convertido en una de mis mejores amigas.
Cada una de mis hermanas tuvo y continúa teniendo un impacto único en mi vida. Cissy con su dulzura y paciencia evoca la paz en mí. Lettie me ayuda a sacar a la mujer luchadora que llevo dentro. Doris demostró obediencia a Dios y eso me ayudó a rendirme a Dios. Anna, mi hermana menor, me enseñó que mientras yo observaba y admiraba a otras mujeres, a la vez había otras observando y admirándome a mí. Todas estas experiencias han contribuido a que sea la hermana y la persona que hoy soy, en el horizonte amplio de la vida.Debido a la distancia geográfica, no veo a mis hermanas frecuentemente, pero de una manera similar a lo que vi con mis tías y mi mamá, la confianza y el amor son profundos, reales y constantes.
Afortunadamente para mí, la hermandad no termina con mis hermanas de sangre. Una de las características más fuertes de las mujeres a las que llamo hermanas, es la disponibilidad de estar a mi lado durante la lucha. He sido bendecida con mujeres que a pesar de no haber estado de acuerdo con alguna de mis decisiones y con las consecuencias de esas decisiones, han dicho: “¿Cómo puedo ayudarte? No estás sola”. He sido bendecida con mujeres que después de escuchar sobre las cosas con las que tengo conflicto, me dicen: “Anímate, Dios cuidará de ti”. He sido bendecida con mujeres que tal vez no dicen nada, pero que oran por mí y conmigo. Esto es hermandad. Para estar cerca de otras mujeres y edificarlas, camine con ellas y manténgase a su lado, especialmente cuando estén luchando por mantener su equilibrio bajo el peso de esto que llamamos vida.
Mi experiencia con CLLI ha sido este tipo de trayectoria. He conocido a mujeres increíbles que han hecho justo lo que he descrito. Ellas han estado a mi lado, me han animado y han orado por mí. Es en este círculo que el llamado de Dios en mi vida comenzó a perfilarse. Me uní al CLLI primero como miembro de la facultad y luego como miembro de la junta directiva. Al igual que muchas de nosotras, me sentí descalificada para servir en esta capacidad, no porque no tuviera las habilidades para enseñar la clase asignada, al contrario, ésa era la parte fácil. Más bien me sentía descalificada delante de Dios. Pensé que de alguna manera era un error que yo fuera parte de la obra increíble que Dios estaba haciendo a través del CLLI. Sin embargo, fue aquí donde las mujeres que admiraba y respetaba me mostraron que Dios me estaba llamando a algo especial. Más importante aún, es que a través de esta experiencia de hermandad aprendí que con mi propio esfuerzo no estoy calificada para servir, pero con Dios tengo todo lo que necesito para seguir el propósito que Dios tiene para mí.
Al igual que las mujeres que fueron las primeras en ver la tumba vacía, estoy rodeada de mujeres que son cariñosas, comprometidas, leales, fieles y sobre todo triunfadoras. Puedo imaginar la tristeza y la pérdida que estas mujeres bíblicasestaban experimentando, pero trabajaron juntas para hacer lo que se necesitaba. Estoy segura de que se animaron mutuamente por el dolor que sintieron. En su compromiso con Dios y con las demás personas, llegaron a experimentar juntas la increíble verdad de la resurrección de Jesús (Lucas 24:1-12; Mateo 28:1-10; Juan 20:11-18). Qué increíble y maravilloso es cuando Dios nos permite experimentar la hermandad de tal manera que nuestras vidas cambian para siempre, y las historias que compartimos hablan del amor de Dios a través de las mujeres que Dios ha enviado a nuestras vidas.

Nora Silva es la Pastora Ejecutiva de la Iglesia Mosaico de San Antonio y miembro de la facultad del Christian Christian Leadership Institute. También se desempeña como Presidenta de la Red de Mujeres Hispanas de Texas.